Una de las músicas excluídas de la bienaventuranza del éxito y el dinero es la música callejera. Digo esto porque excluídos también quedan grupos pequeños o aficionados que no llegan a nada y tocan por 2 cervezas si es que les dejan.
Otra subdivisión la hace la necesidad de la que distinguimos dos tipos; la del dinero y la de prestar tu música al mundo.
La música juega un papel psicológico en la percepción de una ciudad; tanto es así que muchas quedan connotadas por este arte y surge como una referencia y como recomendación. Por tanto, aún surgido de las entrañas de la mendicidad no es objeto de desdeño. ¿Quién no asocia un tango a la Argentina? ¿Quién se imagina el metro neoyorquino sin sus músicos?
Mendigos/músicos haylos desde los más preparados virtuosos hasta los que invierten lo poco que tienen en un instrumento sin tener ni idea de cómo tocarlo. Éstos últimos son congratulados por muchos dado que es un medio que cuenta con el esfuerzo añadido de aprender y violar un instrumento. Se dan casos en que estos músicos crean gremios pasando de la azarosa individualidad, y arriesgando unos beneficios brutos.
Pero no toda la música callejera es una sin-techo, pues hay muchos músicos que por el afán de explotar sus cualidades ante espectadores casuales, salen a la calle con su instrumento. También están los músicos que prefieren perfeccionar su técnica y su temple. Nos dice esto que el dinero no es el principal reclamo, pues la rentabilidad de esta actividad no es gran cosa teniendo en cuenta además hay que pedir un permiso para poder tocar y que se ha de pagar por unos metros cuadrados que el ayuntamiento nos conceda y a unas horas concretas.
De ahí radica la belleza de muchas interpretaciones, del simple afán de colorear una calle.
Además de todo esto surgen movimientos musicales callejeros destinados a su promoción o bien creadores de tendencias. Por ejemplo quiero mostraros un ejemplo de un programa que se dedica a grabar la misma canción interpretada por varios músicos callejeros de todo el mundo. Se graba en la misma tonalidad y al mismo ritmo y luego hacen el montaje. El movimiento se llama “Playing for change” y nos encontramos artistazos escondidos tras los focos del espectáculo comercial.
Otro ejemplo llegó a mis oídos desde Londres. Un saxofonista que declara le encanta divertir y amenizar a la gente que pasa por la calle donde toca. De hecho amén de interpretar su repertorio personal, se aprende canciones contemporáneas para llegar a los públicos menos selectos y sí más “fiesteros”.
Y por supuesto no puedo dejar de hablar de los tres enormes músicos, todos ellos cercanos a la mendicidad, que tenemos en Murcia y han tomado la trapería y la han convertido en el feudo del buen gusto musical. Uno de ellos además canta ópera como los ángeles a la vez que toca el acordeón.
Video homenaje al acordeonista/operista de la plaza del cardenal Belluga
Oisch, que cosmopolita soy. Yo he visto al saxofonista tocar en Londres y el tío mola, pero los subnormales que se dedica a hacer, eso, el subnormal dan asco no, lo siguiente.
Es un gustazo y a la vez una ofensa ir por la calle y ver a musicos tan buenos que no han tenido la misma suerte, ni quizas las mismas oportunidades que aquellos que se hacen pasar por artistas teniendo una misera cancion pegadiza en su repertorio. Alegra el día pararte y poder escucharles unos minutos.
Ojala mas de uno fuera tan honesto como el saxofonista de Picadilly, fue una suerte conocerle en persona y poder hablar con él.
RR.